Hace unos meses, dos mujeres fueron asesinadas en Ecuador. Ellas "viajaban
solas", dijeron los encabezados de varios periódicos internacionales.
Inmediatamente, el revuelo por ello en redes sociales, donde por el simple
hecho de su sexo, los temas al respecto fueron: "¿Qué estarían haciendo
para morir así?", "Traían droga", "¿Cómo andaban
vestidas", y muchos otros cuestionamientos en donde las víctimas no sólo
fueron re-victimizadas, sino juzgadas por el decidir hacer una aventura sin compañía
masculina.
Luego de la
euforia, de las peleas/debates por Internet defendiendo diversas posturas y
pasadas algunas semanas (o días), Marina Menegazzo y María José Coni, pasaron a
ser parte de un olvido discreto y colectivo, sinónimo de nuestra fría sociedad,
la cual siempre está a la espera de una nueva noticia, porque esa ya comenzó a
caducar. Sin irnos tan lejos en el mapamundi, 20 días antes asesinaron la
periodista Anabel Flores Salazar, que había sido secuestrada en el Estado de
Veracruz y cuyo cuerpo fue encontrado sin vida el 9 de febrero en el Estado de
Puebla. Ante esto, las autoridades de aquel Estado expresaron mediante un
boletín de prensa que: "probablemente tendría vínculos con el crimen
organizado", porque parece que criminalizar antes que investigar se puso
de moda desde hace -varios-años en nuestros gobiernos.
La situación
para nosotras las mujeres continúa siendo de riesgo: el no poder elegir
"x" tipo de ropa te hace fácil o aburrida, el salir o no con una
pareja, te convierte en una mujer "cualquiera" o en una
"puritana", el decidir ser una madre que trabaja te hace una persona
desobligada con el cuidado de los retoños, pero el quedarte en casa te transforma en una
conformista ¿Cómo tener contenta a una sociedad que te alienta a ser cómo
realmente eres para luego condenarte por ello?.
Algunas veces,
basta con salir sola a la calle de noche, cuando toca caminar por una zona
oscura o no muy amistosa, a uno le pasan por la mente todos esos horrendos
encabezados de noticias que una vez cruzaron por nuestra vida; el pasar por
alguna construcción o alguna congregación pública del sexo opuesto ya es
sinónimo de que uno ampliará su colección de "halagos involuntarios"
no agradables; el conseguir un ascenso crea muchas veces rumores de lo que uno
hizo para "semejante honor". La interminable lista de ejemplos
pudiera continuar hasta acalambrarme los dedos de escribirla...
La Declaración
Universal de Derechos Humanos, en sus preceptos genéricos sobre igualdad, habla
en su artículo 1 que "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros", pero creo que se les
olvidó agregar una frase que especificara el cómo el hecho de ser mujer, no nos
hace criminales, ni víctimas, sino personas que también quieren encontrar, como
cualquier otra, su lugar en el mundo.
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